viernes, 6 de junio de 2008

De pelos...

Estamos en Tiquipaya, cerca de Cochabamba, Bolivia.
Paramos en la casa de un boliviano-alemán que recibe gente de pura onda.
Me despierto, sobre la mesa un libro, lo alcanzo: Las flores del mal, de Baudelaire.
Me dispongo a leer por primera vez en mi vida un poema suyo.
El escribe, en ese instante ME escribe:

Elevación (1857)

Más allá de los lagos, más allá de los valles
de los montes, los bosques, de las nubes y el mar,
por encima del sol, más allá del éter,
por encima de los confines de la esfera estrellada,

Mi espíritu, tú me mueves con agilidad,
y como un buen nadador complacido en la ola
transitas dichosamente la inmensidad profunda
con una indecible y máscula voluptuosidad.

Vuela lejos, bien lejos de aquellos miasmas mórbidos;
ve a purificarte en el éter más alto,
y bebe, como un puro y divino licor,
ese fuego claro que colma los límpidos espacios.

Detrás del tedio y los grandes pesares
Que abruman con su peso la existencia brumosa,
¡dichoso aquel que puede con ala vigorosa
lanzarse hacia los campos luminosos y serenos!

Aquel cuyos pensamientos cual alondras,
en los cielos de la mañana toman el libre vuelo,
que planea por la vida y sin esfuerzo entiende
el lenguaje de las flores y de las cosas mudas.


Todas las cosas pasan por algo.
Siempre hay un poema que dice lo que queremos leer.
Yo dí gracias y me sentí feliz.

ADIOS, NOS VAMOS DE VUELTA A LA PAZ.
A SEGUIR RECORRIENDO ESTE MARAVILLOSO PAÍS,
TAN BELLO Y AUTÉNTICO COMO NUNCA IMAGINÉ.

ALAN.